El miedo, según Norberto Levy explica en su libro “la sabiduría de las emociones”, se da cuando o bien magnificamos nuestra amenaza o bien subestimamos nuestros recursos. Magnificar una amenaza, significa darle un peso o una magnitud al miedo que en realidad no tiene y subestimamos nuestros recursos cuando creemos que no tenemos herramientas para poder afrontar aquello que nos da miedo.
Piensa en la última vez que tuviste miedo: ¿qué te ocurrió? ¿magnificaste la amenaza o subestimaste tus recursos? Hacerte estas preguntas te dará pistas sobre cómo abordar el miedo y qué herramientas puedes adquirir para llevarlo mejor la próxima vez. Recuerda que todo es aprendizaje y que somos lo que practicamos, así que cuantas más veces repitas esa situación que temes con otra actitud, más estarás reforzando tu nuevo yo y tus nuevos recursos.
Otra herramienta muy útil a nivel emocional, es calibrar bien la intensidad con la que sentimos las emociones. Imaginemos que, como se practica a través del método Alba Emoting, las emociones tienen 10 niveles de intensidad. Un miedo a intensidad 0,5 es positivo e incluso te permite ser prudente y precavido, te permite sopesar opciones, mirar a ambos lados de la carretera antes de cruzar y un largo etcétera. Sin embargo, si hablamos de un miedo en intensidad 10 (sin que la situación lo requiera), lo que seguramente vaya a ocurrir es que perdamos el control de esa emoción, que nos invada y que nuestra única respuesta sea de “fight or flight” (lucha o huida) y nos cierre posibilidades.
Reflexiona de nuevo sobre la última vez que sentiste miedo. ¿En qué intensidad del 1 al 10 crees que lo sentiste? ¿Qué posibilidades te abrió y cuáles te cerró? ¿Qué necesitarías para poder controlar la intensidad la próxima vez?
Otra parte fundamental a tener en cuenta es la corporal. Las emociones las sentimos en el cuerpo y la mayoría de veces éste reacciona. Con el caso del miedo en particular, a veces puede ocurrir que, aunque de manera lógica y racional sepamos que nuestro miedo no es real, que no hay un león en la sala y que no vamos a morir, nuestro cuerpo reacciona de la misma manera, se activa nuestro sistema simpático, aumenta nuestro ritmo cardíaco y nuestra frecuencia respiratoria, se altera nuestra temperatura corporal, etc.
En estas ocasiones te recomiendo que lleves algún pequeño objeto que te devuelva al eje, que te recuerde que tienes recursos y que no pasa nada que tú no eres ese miedo y que esa sensación es pasajera. Además, puedes recurrir a tu respiración, que siempre llevas contigo, muévete por la sala, conecta con tu respiración, inhala y exhala profundamente unas cuantas veces y ya verás como te sientes mucho mejor.
No somos las emociones que sentimos, además ¡hay que darles cabida! A veces la gente en mis sesiones quiere no tener miedo, que sus temores se desvanezcan, lo niegan, no se lo permiten, etc. En esos casos, lo que acaba ocurriendo es que el miedo se queda, recordad que ¡la emoción no es el problema! Simplemente es una mensajera que viene a decirnos algo. Así que la próxima vez que te visite el miedo invítale a un café, míralo con curiosidad y aceptación y escucha con atención qué mensajes te trae.
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