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nuriaboladeres

La primera vez que escuché cómo me hablaba


El lenguaje positivo en nuestros diálogos internos suele brillar por su ausencia. Qué tont@ que soy, qué mal me queda esta camiseta, no entiendo como me puede querer alguien, soy una mierda, estoy gord@, no sirvo para nada… y un largo sinfín de frases negativas que aunque parecen sacadas de una novela de terror nos solemos repetir una y otra vez.

Imaginaos a un niño que está empezando a andar. ¿Lo tenéis? Ese niño, sin experiencia, que no ha andado nunca, se cae repetidas veces, incluso alguna vez se hace daño, llora, se rebela, está un rato sin intentarlo y luego, como si nada, se levanta de nuevo y lo vuelve a probar. Imaginaos ahora a los padres y lo que le dicen. ¿Lo tenéis? Supongo que algo como: muy bien, qué bien lo haces, eres el mejor, no pasa nada si te caes!, lo estás haciendo genial!

Ahora imaginaos a vosotros mismos en alguna situación en la que algo no os salió como esperabais, algún momento en el que os habéis puesto un reto que no habéis conseguido, una meta no alcanzada o una situación frustrante y analizad cuál fue vuestra reacción y cuál vuestro diálogo interno. En ese momento ¿te lo tomaste como el niño que asume que en el proceso de aprendizaje hay que practicar el ensayo-error?, ¿te hablaste como esos padres comprensivos ilusionados por ver unos torpes primeros pasos?

Si la respuesta es no, imagina cómo hubiera cambiado esa situación si hubieras actuado como en el ejemplo del niño y por consiguiente, cómo mejoraría tu calidad de vida si en lugar de mirarte con los ojos de la exigencia escogieras la confianza y el amor para hablarte y para tratarte. ¿Qué cambiaría si te hablaras como esos padres entusiastas o te vieras como ese niño aprendiendo a andar? Es muy difícil vivir en un ambiente hostil sobre todo si el creador de ese ambiente somos nosotros mismos y nos lo llevamos donde sea que vamos ; por otro lado  es muy agradable crear tu propio bienestar a través de tus palabras.

Así que ve con cuidado con lo que te dices y cómo te lo dices. Podemos ser nuestro peor enemigo y nuestro crítico más cruel, pero también podemos ser nuestro mejor amigo y compañero de viaje. ¿Cuál vas a ser tú?

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