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Lo que puedes aprender del zorro ártico.



El zorro ártico es muy bueno adaptándose: vive en uno de los climas más extremos y fríos del planeta, pero no empieza a temblar hasta que las temperaturas alcanzan los -70°C. Su pelaje de varias capas le brinda aislamiento, sus plantas de los pies peludas le protegen de la nieve y su sistema de circulación le permite mantener una temperatura corporal que le resguarda del frío. Además, su pelaje cambia de color para camuflarse mejor con su entorno, siendo blanco durante los meses de invierno y marrón claro cuando llega la primavera. Como coach y acompañante de personas en procesos de cambio, el zorro ártico me conecta con la cita de Viktor Frankl “Cuando no podemos cambiar la situación a la que nos enfrentamos, el reto consiste en cambiarnos a nosotros mismos”. El zorro ártico no elige vivir donde vive, no puede cambiar su hábitat, ni controlar la temperatura, pero lejos de resignarse y creer que no puede hacer nada, se  adapta a la situación, desarrolla herramientas que le permiten vivir mejor donde vive y sobrevive. Nosotros como seres humanos tenemos la libertad de tomar muchísimas decisiones en nuestra vida y de hacer tantos cambios como queramos. Sin embargo, a veces nos enfrentamos a situaciones impuestas que no dependen de nosotros, que no pueden cambiar o que quedan fuera de nuestro control. Cuando esto ocurre, suele haber dos reacciones: dirigir nuestros esfuerzos y energía en intentar cambiarlo igualmente o evadirnos de la realidad pensando en una situación ideal que casaría mejor con nuestras necesidades. Pero ambas tienen riesgos. La primera, intentar cambiar lo que sucede incluso sabiendo que queda fuera de nuestro alcance nos lleva a la frustración y a la queja. Al poner la responsabilidad del cambio fuera de nuestro campo de acción, nos quedamos sin alternativas y sólo podemos esperar a que el otro cambie. Imaginaos que el zorro pretendiera cambiar la temperatura del círculo polar ártico y al no conseguirlo se frustrara y quejara. Al final no solo la temperatura sigue siendo la misma, sino que además el zorro se siente decepcionado y se lamenta. La segunda, anhelar cualquier tiempo mejor o situación idealizada, nos roba el momento presente, nos aísla de la realidad y también nos quita poder. Asumimos que no podemos hacer nada más que pensar en lo bien que estábamos o en lo bien que podríamos estar, pero no vivimos el presente, ni observamos qué alternativas nos brinda o qué podemos hacer nosotros para pasar a la acción. Es como si el zorro soñara en vivir en un clima cálido, pero eso le llevara a la parálisis, se olvidara del frío que lo rodea y muriera congelado. La buena noticia es que como mínimo existe una tercera reacción, que es la de la aceptación de ese cambio impuesto y la adaptación al medio. Esta opción nos da mucha más paz y serenidad y nos permite encontrar una sensación de bienestar incluso en condiciones adversas. Así que cuando vivas una situación que no dependa de ti, siempre que creas que no hay nada que puedas hacer, en lugar de malgastar energía intentando que cambie o evadirte de la situación porque no te gusta o te es incómoda. Vívela como el zorro ártico, dando tu mejor versión de ti para tu propio bienestar y supervivencia y recuerda que “no es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente sino la que responde mejor al cambio”.

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